08 Mar 2021/ Miscelanea

Día de la Mujer: 3 líderes indígenas que han ayudado a transformar las vidas de miles de personas en América Latina

Por UAM Cuajimalpa a las 04:03 pm


Por Margarita Rodríguez 

Por más de 30 años, Rosalinda Tuyuc ha trabajado por la paz de Guatemala. Con la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), "puso en la agenda global lo que estaba pasando" en su país.

"Ellas empezaron la búsqueda de desaparecidos y poco a poco le dieron a conocer al mundo fosas comunes y matanzas de miles de personas".

Se estima que el conflicto armado en Guatemala (1960-1996) dejó aproximadamente 200.000 muertos y 45.000 desaparecidos.

"Como ningún gobierno se ha comprometido con las víctimas del genocidio para buscar a los desaparecidos, las mujeres tomamos un azadón, una piocha, para escarbar en los cementerios clandestinos y buscar a nuestros padres, esposos, hijos", señala Tuyuc.

"Es duro abrir una fosa clandestina y no encontrar al familiar, pero una de las grandes satisfacciones es ayudar a otras familias a encontrar a sus muertos". Además de la exhumación de cadáveres, el proyecto que lidera Tuyuc ha construido un monumento en honor a esas víctimas.

"En la cosmovisión maya no puede haber descanso hasta que haya un entierro apropiado y ella le ha dado esa paz a más de 300 familias", señala Quiñones.

En 1982, el padre de Tuyuc fue secuestrado y desapareció. Lo mismo sucedió, tres años después, con su esposo.

Cuando pensaba que ya "no podía aguantar más dolor", sacó fuerza y, en 1988, ayudó a crear Conavigua.

Pero el de los desaparecidos no fue el único trauma que Tuyuc quiso ayudar a enfrentar.

Hubo mujeres que vieron que sus familiares eran torturados y asesinados, otras que vieron cuando violaban a sus hijas, de 5, 8 años o señoritas, o cuando violaban a sus madres", cuenta la líder.

Muchas otras "se sentían avergonzadas, culpables de la violación que sufrieron una y otra vez por los militares, por grupos paramilitares".

En los primeros años "la principal lucha era defender la vida y detener las masacres y persecuciones", ya organizadas comenzaron a "preparar mental y espiritualmente a las mujeres para hablar, recordar horas, días, responsables".

"En los años 90, tocamos las puertas de la Justicia. Fuimos 32 mujeres mayas que se atrevieron a dar sus nombres y sus caras a los tribunales para denunciar a los agresores de la violencia sexual y de otros delitos".

Califica de "muy valiente" ese "peregrinaje" de las mujeres.

"No sólo era hablar del esposo y del hijo desaparecidos, de la quema de la casa y la cosecha, sino de lo que a ellas les pasó".

En 1995, Tuyuc fue electa diputada del Congreso de Guatemala y en 2004 presidió la Comisión Nacional de Resarcimiento para investigar los delitos cometidos durante la guerra civil.

"Generó coaliciones importantes y ayudó a construir toda esa institucionalidad que vino después de los acuerdos de paz. Eso fue para todos los hombres y mujeres de Guatemala".

Esa trascendencia la refleja la periodista Lucía Escobar en una columna de opinión de el Periódico, titulada "Rosalina, imprescindible".

"A ella le debemos el fin del reclutamiento militar forzoso que afectó negativamente a generaciones enteras de adolescentes indígenas que fueron obligados a entrar en el ejército", se lee en el artículo. Y Tuyuc se enorgullece de ello, aunque no habla en primera persona: "Hemos contribuido a la desmilitarización de la sociedad. Fuimos las mujeres las que defendimos la voluntariedad del servicio militar".

Tarcila Rivera Zea es quechua, ha trabajado por los pueblos indígenas de Perú desde los años 80, una década marcada por un conflicto armado que, en casi 20 años, dejó unos 69.000 muertos y desaparecidos.

"Para el ejército, los indígenas éramos terroristas y para Sendero Luminoso, éramos los lacayos del imperialismo", recuerda.

"No podíamos hablar, yo tenía prohibido ir a mi comunidad" porque para ambos bandos. "Era (considerada) una persona peligrosa".

"Hubo comunidades desplazadas, desaparecidos, perseguidos, asesinados y en ese proceso, las mujeres perdimos mucho: (hubo) niñas y mujeres "terriblemente abusadas".

En 1985, para proteger a niños quechuas cuyos padres habían sido asesinados, fundó la organización Chirapaq.

Con sus comedores, ayudó a su nutrición, a reafirmar su identidad cultural y su autoestima, reconoce el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

"Quienes participaron de esta experiencia son hoy padres de familia y líderes positivos para sus comunidades", añade el organismo.

Al inicio de los 90, Rivera sentía que, pese al esfuerzo de las mujeres, el movimiento indígena las excluía.

"Éramos totalmente invisibles porque no había liderazgos claros y, si había, eran masculinos".

"Ahora no. Hay muchas mujeres de diferentes partes del país que aunque no sepan castellano, leer y escribir, expresan lo que no es correcto, lo que debe cambiar. Levantan su voz por la Justicia, por el respeto a la vida, a la naturaleza".

Para alcanzar esta nueva realidad, Rivera y su generación fueron fundamentales.

Rivera Zea es presidenta de Chirapaq, presidenta del Foro Internacional de Mujeres Indígenas y Coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas, y entre 2017 y 2019 fue miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas.

"Desde sus múltiples pertenencias y espacios de influencia, el liderazgo de la señora Rivera Zea ha sido primordial para visibilizar y posicionar a las mujeres indígenas como agentes de desarrollo y actores políticos con voz propia", le indicó BBC Mundo Barbara Ortiz, especialista de la Oficina Regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe.

En Chirapaq, la líder también impulsa el empoderamiento económico de las mujeres.

En la pandemia, junto a ONU Mujeres, ha implementado una iniciativa que brinda asistencia técnica e insumos para biohuertos y sistemas de riego para mejorar "la seguridad alimentaria de más de 800 familias", señaló Ortiz.

Lottie Cunningham, del grupo indígena miskito, combinó las enseñanzas de sus antepasados con sus conocimientos de historia y derecho para presentarle su perspectiva a la autoridad indígena.

"Le dije: 'En esta ocasión necesitamos tratar de tener un control sobre nuestras tierras y para eso tenemos que utilizar algunos términos del lenguaje occidental, sin quebrantar los principios y los derechos humanos de los pueblos indígenas'".

Y es que en 2001, la Corte IDH había emitido una sentencia a favor de la comunidad Awas Tingni, en la que declaró que el Estado, tras otorgar una concesión maderera sin su consentimiento, había violado sus derechos.

Se le ordenó a Nicaragua demarcar y titular los territorios indígenas y Cunningham inició el trabajo para implementar dicho dictamen.

No sólo fue clave en la presentación del caso, sino en negociaciones posteriores entre los indígenas y el Estado.

se proceso y la sentencia "han sido citados a menudo por otros grupos indígenas en procesos judiciales por derechos humanos o derechos de propiedad de la tierra y han contribuido al avance de los derechos territoriales de las comunidades indígenas en todo el mundo", señala la Fundación Right Livelihood Award, que le concedió en 2020 el llamado Nobel Alternativo.

Y es que, como le dijo Cunningham a la DW, "por primera vez en la historia, una corte dictó una resolución con una interpretación evolutiva, donde reconoce el derecho de la propiedad colectiva, con una perspectiva en la que prevalecen el uso y tenencia de la tierra desde la cosmovisión indígena".

Antes de ser abogada, Cunningham fue enfermera por 10 años, hasta que se dio cuenta de que no tenía "espacio para incidir en políticas públicas a favor de los pueblos indígenas".

Al consultarle a los líderes indígenas sobre la situación en sus comunidades, apareció como prioridad la defensa de sus territorios.

Y en 1997, se dio cuenta de algo:

"La primera vez que me reuní con unas comunidades, me sorprendió estar en un aula de escuela sólo con hombres".

Las mujeres, afuera, procuraban escuchar.

"Pregunté por qué no había mujeres adentro y me dijeron que las mujeres no eran las que atendían lo relacionado con la defensa de la tierra".

"¿Y qué soy yo?", cuestionó. "¿Por qué hay confianza en mí y no en ellas que son sus madres, esposas, hijas?".

"Me dijeron que mi situación era diferente y les dije que no, que era indígena y que en la próxima reunión quería ver a 10 mujeres junto a los hombres".

Así empezó un proceso difícil, pero que ha dado frutos.

"Lo más bonito es acompañar a las comunidades, escuchar a las mujeres y empoderarlas", no sólo para que participen en la toma de decisiones sino en actividades productivas.

En 2003, Cunningham creó el Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (Cejudhcan).

En su discurso de aceptación del Nobel Alternativo, dijo que los pueblos indígenas y afrodescendientes de su país viven en 304 aldeas.

"El 90% de nuestros territorios enfrenta la invasión masiva de colonos, la mayoría de ellos acaparadores de tierras armados. Estos colonos talan nuestros bosques, extraen nuestros minerales y crían ganado en nuestras tierras.

Están expulsando a mi gente de sus tierras de cultivo y de sus aldeas, donde solían realizar actividades tradicionales como la caza, la pesca y la recolección de plantas medicinales".

 

Con información de BBC 

https://www.bbc.com/mundo/noticias-56171598

Imagen tomada de de BBC 

https://www.bbc.com/mundo/noticias-56171598

 


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