17 Apr 2020/ Miscelanea

Donna Haraway: La revolución de las hijas del compost

Por UAM Cuajimalpa a las 02:04 pm


Si el capitalismo tardío produce pérdida y dolor, se impone abrirnos a otros parentescos capaces de fermentar acciones colectivas. ¿Podremos diseñar habilidades para responder y artes de vivir y resistir en un planeta dañado? Haraway dice: sí, con sororidad tentacular.

Por Emmanuel Theumer

Historiadora feminista de la ciencia, diva cyborg del ciberpunk, profesora emérita distinguida del Programa de Historia de la Conciencia de la Universidad de California, teórica feminista multiespecies, compostista, feminista socialista en busca del “irónico” sueño de un lenguaje común. Donna Haraway (1944) es sin dudas una de las brujas de mayor creatividad de nuestro tiempo. Pero, ¿cuál tiempo?

En Donna Haraway: Story Telling for Earthly Survival (D.H. Contando historias para la supervivencia de la Tierra, Bélgica, 2017) nos iniciamos en los pasos de una niña señalizada por el cristianismo e hija de la conquista, así se presenta, interesada por los acelerados exterminios, extinciones y genocidios de la Tierra. El documental sobre Haraway no podía estar hecho sino es a través de retazos, de historias entretejidas con otras historias, de un plano que va de las profundidades del océano a Santa Cruz de California, de su carismática sonrisa a la penumbra de la luna, de un cuarto de habitación a las vibraciones de las paredes respiratorias de Cayenne, compañera canina, a quien va dedicado este film a modo de homenaje póstumo.

Comienza con un corte transversal de la Haraway que conocemos desde sus primeros escritos: las perfectas dentaduras gesticulantes de sus estudiantes de posgrado la conducen a una investigación de la ortodoncia dental la cual, nos enseña, se construyó sobre una norma mandibular mítico-racial, la de los rostros esculpidos de los dioses griegos. Un patrón de mordedura que nunca existió hasta su comercialización como signo de distinción social. Esta es la Haraway reconocida por su curiosidad hechizante, dueña de una erudición que resiste límites disciplinares y no teme al colapso, al ruido intencionado, a la implosión, al con-tacto de las criaturas de la tierra, humanos y no-humanos, animistas, máquinas y organismos. Esa es la resistencia quimérica que arengó en su célebre “Manifiesto para Cyborgs. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX” (1985) para todas las identidades fracturadas en un tiempo también mítico, finales del segundo milenio cristiano. Este manifiesto feminista insistió en la conexión, la experimentación y en la apertura antes que en la aclamada muerte del sujeto. En parte, tal insistencia es articulada políticamente en la fotografía seleccionada para promocionar el documental, en la que se la ve rodeada de medusas y haciendo fingery-eyes, emulando una suerte de gafas con sus manos. Inspirada en la cualidad háptica de los tentáculos, a Haraway le interesa construir conocimiento fuera de la mirada objetivante de la modernidad y abriendo, conectando, expandiendo, saboreando a través del con-tacto con eso no siempre definido de antemano que llama “otredad significativa”. Algo muy diferente a las extendidas iconografías feministas que empuñan un brazo, al estilo Yes, we can, pero también a la centralidad cis-esencial de la vulva que forma la unión de dos manos.

Es preciso recordar que Haraway es también la epistemóloga feminista que nos convenció que la subalternidad -sea dada por la condición de mujer, puto, trans o cualquier otra- no es base para ningún punto de vista privilegiado. Que no podemos permitirnos recrear el ojo ciclópeo que todo lo ve desde ninguna parte. Como ya lo apuntaba en “Saberes situados. La cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial”(1988), en medio del debate de mujeres en la ciencia, de lo que se trata es del firme compromiso de los posicionamientos móviles y las perspectivas parciales. Las políticas cyborg, incluidas las multiespecies, insisten en la conexión, no en la representación. Aquí la tarea de una resistencia feminista trans, de las gordas, maricas, putas, las neurodivergentes, las negras, las seropositivas o indígenas es la de precipitar en un antagonismo que le es propio y al mismo tiempo conseguir posibilidades de contacto, una conexión tentacular que es a la vez contingente y parcial.

Desde el Chthuluceno Haraway se resiste a caer en un nuevo Anthropos, esta vez bajo la forma de un relato secularista del apocalipsis entendido como pérdida del Hogar, y propone una figura crono-tópica que enfatiza en la resistencia y la disidencia pero también en la co-habitación. No se trata tanto de rechazar a los humanos como desentrañar el hecho de que las narrativas del “antropos” desdibujan responsabilidades e implicancias: no todas somos el 1% de la población mundial que detenta el capital, ni nunca todas hemos sido humanas en variados relatos de “humanidad”. En el Chthuluceno hay una preocupación por una verosímil estimación demográfica, la de que llegaremos a ser 11 billones de personas humanas superpoblando la Tierra a fines del siglo XXI. Aquí Haraway delinea los términos de una difícil eco-justicia reproductiva que articula en términos de la generación de parentescos entre seres significativxs antes que en la reproducción de poblaciones humanas. No dudo que tales cuestiones puedan agregar páginas a las recientes políticas feministas por el 99%.

Story Telling nos enseña que este no es el final del mundo pero sí el fin de algunas formas de vida incluida muy probablemente la autoextinción de la especie humana. El Antropoceno también llamado Capitaloceno o Plantationoceno (y de modo minimalista, capitalismo tardío) se trata de un evento límite en la historia de la Tierra que de momento ocupa a grupos ecologistas, reuniones de salón en Naciones Unidas, fe en un estado capitalista-desarrollista con rostro de género, pero también la construcción de refugios y de lo común. Aquí entra en juego la tarea de las hijas del compost.

Para Haraway el compostaje es nuestra ontología relacional, es nuestra condición terrenal. El compostaje nos vuelve una junto con muches en nuestras heridas y alianzas pero también en la nutrida herencia por dejar. El compostaje involucra una materialidad trans. Al menos esto se desprende de “Las historias de Camille. Las hijas del compost” una escritura de ciencia ficción feminista narrada en el documental y publicada en su libro “Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene” (2016). Las referencias a Joanna Russ, Octavia Butler y Ursula K. Le Guin son inevitables. Aquí Donna nos habla del pacto comunitario elaborado en un futuro emergente, en el que existen rituales de celebración para quienes eligen no tener hijos y en el que cada hijo deseado es igual de celebrado a condición de religarse con otra especie compañera. A través de cinco generaciones las hijas del compost aprovechan la oportunidad histórica de desarrollar una xeno-ecología, desarrollar una sensibilidad y cuidado entre otrxs-significativxs capaz de obtener modos de vivir y morir bien hasta ahora desconocidos por la individuación producida en las grandes ciudades, jaulas urbanas politóxicas y alienantes del tardocapitalismo. Un detalle no gratuito, su propuesta de comunidades de compost se inspiró en investigaciones sobre resistencias culturales agrícolas en Argentina.

 

Con información de Latfem

https://latfem.org/donna-haraway-la-revolucion-las-hijas-del-compost/

Imagen tomada de Latfem

https://latfem.org/donna-haraway-la-revolucion-las-hijas-del-compost/


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