10 Dec 2018/ Miscelanea

El arte que sobrevivió a un golpe de Estado

Por UAM Cuajimalpa a las 03:12 pm


  • El Carrillo Gil recupera la muestra que se canceló en Chile en septiembre de 1973.

“Estoy angustiado por el peligro y por la absoluta falta de seguridad que cada minuto amenaza a la gran colección Carrillo Gil y sus 169 pinturas de Orozco, Rivera y Siqueiros. Todas son obras de valor imponderable para la historia y el patrimonio cultural de México. Ellas están empacadas en sus 27 cajas en el museo nacional, un sitio que debiera ser seguro y sagrado para los chilenos por lo que representa, pero que no lo es. Acaba de ser duramente ametrallado por cuatro tanques a las cinco y media de la tarde”.

Lo anterior es parte del reporte fechado el 15 de septiembre de 1973 que rindió el museógrafo mexicano Fernando Gamboa sobre el desconcierto que cuatro días antes causó el golpe de Estado en Santiago de Chile, destinado a destronar al presidente Salvador Allende.

El 13 de ese mismo mes se tenía prevista la inauguración de la muestra “Orozco. Rivera. Siqueiros. Pintura mexicana” en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, con pinturas, grabados y dibujos de los tres mexicanos, más una serie de artesanías y mil 500 libros sobre México. Iba a ser inaugurada por el presidente depuesto.

Gamboa permaneció en el país sudamericano para proteger las obras y cerciorarse de que volvieran íntegras al país. Aterrado, el velador, quien era el único hombre al interior, le reportó vía telefónica que se habían agujereado muchas paredes y había vidrios rotos. Gamboa temía lo peor. Por fortuna las 27 cajas con las obras embaladas y escoltadas en todo momento por Gamboa regresaron a México 15 días después, junto con una delegación de 350 exiliados chilenos, entre ellos Hortensia Bussi, viuda de Allende, y sus hijas.

A 45 años de que dicha exhibición no pudiera mostrarse al público chileno, el Museo de Arte Carrillo Gil ha inaugurado la muestra “Orozco. Rivera. Siqueiros. La exposición pendiente”, para dar la bienvenida a las piezas de su colección, después de su itinerancia de tres años por Chile, Argentina, Perú e Italia, con obras relevantes de los artistas mexicanos y, como adición, las fotografías que muestran el estado del museo chileno después de ser tiroteado por ametralladoras montadas sobre los tanques y los documentos que dan constancia del trajín que vivió Gamboa al estar varado en medio de un conflicto armado con la convicción de proteger un acervo invaluable.

La curaduría del museo, encabezada por Carlos Palacios, fue fiel a la distribución de piezas que Gamboa diseñó para la exposición original, tal como lo muestra un dibujo realizado por el funcionario, que también se expone en el Carrillo Gil, con la diferencia de que en esta exhibición el relato artístico se entreteje con el relato histórico que se ciñó indeleble a esta colección a partir de 1973.

Primero las obras de Orozco, combativas, con íconos de las revoluciones políticas, como los óleos sobre lienzo Zapata y Pancho Villa, pintados en 1930 y 1931, respectivamente; después, 19 trabajos a lápiz o tinta sobre papel que retratan en su mayoría escenas de indígenas afectados por la Revolución, algunos ahorcados, cadáveres dejados en el suelo, al olvido entre magueyes, y otros tantos que tuvieron quién les llore.

De José Clemente Orozco también hay piezas de fuerza argumental, como su franco arremetimiento contra la religión en “Cristo destruye su cruz” (1943) y el “Prometeo” (1944), versión al óleo del mural que pintó en el Pomona College, en California, en 1930. O la famosa “Los Teules IV” (1947), en donde se observa la cabeza de un caballo ensangretado, tumbado entre cuerpos alcanzados por las lanzas en una escena de las guerras de Conquista. En ella, Orozco tiñó el cuadro con la pintura suficiente como para hacerla chorrear, como si estuviera sangrando. Lo mismo impactan por su belleza y poder emocional las obras funestas “El muerto”, “El niño muerto” y “Despojo humano” (1925 - 1928).

De David Alfaro Siqueiros es posible explorar la inquietud por darle a sus cuadros texturas, rugosidades, relieves determinantes en obras como la conocida “Torso femenino” (1945) o “Zapata. Estudio para el mural del castillo de Chapultepec”, que pintó a dos años de haber sido liberado de Lecumberri. También hay texturas casi tangibles como las de pinturas del paisajismo como “Pedregal” (1946) y en obras que parecen extraídas de sueños inquietantes como “Casa mutilada” (1950). Hay piezas con trazos que sugieren el movimiento perpetrado, lo agitado, la acción, en obras como “Desfile de primero de mayo “(1952) o en la “Abstracción” de 1948.

Por último, se exponen de Diego Rivera siete óleos de gran formato de su etapa cubista, entre 1915 y 1916, seducido por las vanguardias plásticas de principios del siglo XX en Europa; una etapa que fue equiparada, muchas veces hasta un punto polémico, con el trabajo de Pablo Picasso, a quien conoció en 1914 y con quien mantuvo comunicación por correspondencia.

Entre las piezas exhibidas están “El arquitecto” (1915-16), “Maternidad” (1916) y “Mujer en verde” (1916), este último de mayor interés por el trabajo de técnica mixta de Rivera, donde pegó pedazos de tela en ese retrato de su entonces esposa Angelina Beloff.

Adosada con recortes de prensa, audios e imágenes de los hechos históricos en Santiago de Chile en 1973, “Orozco. Rivera. Siqueiros. La exposición pendiente” permanecerá en el Museo de Arte Carrillo Gil hasta el 5 de mayo del 2019.

 

Información de El Economista

https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/El-arte-que-sobrevivio-a-un-golpe-de-Estado-20181209-0059.html

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