20 May 2019/ Miscelanea

Los árboles cada vez crecen más rápido y mueren antes

Por UAM Cuajimalpa a las 03:05 pm


Plantar árboles para frenar el cambio climático es favorable, pero la eficiencia de esta estrategia está en duda. Una consecuencia del calentamiento global, al menos en lugares que tradicionalmente eran fríos, es que los árboles crecen más rápido. Un nuevo estudio realizado por científicos de la universidad de Cambridge, revela que el desarrollo acelerado también hace que mueran antes, liberando prematuramente el carbono que atraparon de la atmósfera a lo largo de su vida.

Jesús Julio Camarero, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), y autor de este nuevo estudio, señala que el valor de la reforestación es limitado y afirma que lo importante es conservar los bosques de árboles antiguos, que no sólo son reservorios de biodiversidad, sino también de carbono a largo plazo.

Camarero es especialista en dendrocronología, el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles. El grosor y la densidad de cada círculo concéntrico permiten inferir las condiciones climáticas de años pasados, y así describir la evolución del clima y la respuesta de las plantas a los cambios. Los científicos analizaron de esta manera alrededor de mil 800 árboles, tanto muertos (cortando un disco del tronco) como vivos (extrayendo una fina muestra de la madera con una barrena).

El análisis –publicado recientemente en Nature Communications–  cubre un periodo desde hace 2 mil años hasta la actualidad, y demuestra que los árboles más longevos son aquellos que crecieron más despacio. Las condiciones frías y rigurosas frenan el desarrollo, pero a cambio permiten a los árboles llegar a la madurez más tarde. Por el contrario, los árboles que crecieron rápido durante sus primeros 25 años de edad murieron antes que sus parientes rezagados.

La investigación está limitada a dos especies de coníferas de montaña, el pino negro (Pinus uncinata) y el alerce siberiano (Larix sibirica), que se estudiaron en el pirineo español y en el macizo de Altái de Rusia. Estos lugares son idóneos para el análisis porque han sufrido poca alteración humana, tienen muestras de madera antiguas preservadas en lagos y la distribución de su vegetación es dispersa. Además, las coníferas son representativas de los bosques boreales, que juntos forman la mayor masa forestal del planeta.

No es descabellado asumir que el fenómeno observado en los Pirineos y en Altái se dará también en otros ecosistemas. Un estudio publicado la semana pasada en la revista científica PLoS ONE describe el mismo efecto –“vive rápido, muere joven”–, pero en árboles plantados en la ciudad.

En esa investigación, científicos de Boston (EE UU) demostraron que los árboles del centro urbano crecen más rápido pero mueren antes que los del entorno rural, lo cual resulta en una pérdida neta de almacenamiento de carbono a pesar de las buenas intenciones detrás de muchas iniciativas de jardinería.

“Los costes de carbono asociados a la producción en viveros, la plantación, el riego, la poda y la eliminación de desechos son elevados. Los árboles callejeros deben sobrevivir varias décadas (entre 26 y 33 años) para lograr neutralidad de carbono”, escriben los autores. En la ciudad, muchos árboles no mueren por causas naturales, pero habitualmente su crecimiento sí se acelera debido a factores humanos como el aumento local de la temperatura.

Los árboles viejos no tienen problemas para seguir produciendo células, explica Camarero, pero cuando un individuo crece demasiado en tamaño, puede volverse ineficiente por su compleja arquitectura. Por ejemplo, le puede costar más transportar agua hasta todas sus ramas. Las plantas absorben dióxido de carbono para crecer por fotosíntesis, y cuando un árbol muere, el carbono almacenado en la materia orgánica vuelve al ciclo: la madera se descompone y, en última instancia, se forma dióxido de carbono en la atmósfera de nuevo.

“Plantar árboles siempre está bien”, recuerda Martín, pero coincide con Camarero en que “lo más importante es realizar una buena gestión de las masas que ya existen y evitar la deforestación”. La bióloga opina que en los esfuerzos de repoblación, “las especies de crecimiento rápido y con turnos de producción cortos quizá no sean lo más adecuado”.

Con información de El País

https://elpais.com/elpais/2019/05/17/ciencia/1558085903_653321.html

Con imagen de El País

https://elpais.com/elpais/2019/05/17/ciencia/1558085903_653321.html


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