Pienso en la Danza y pienso en volar: Duane Cochran
Por UAM Cuajimalpa a las 12:05 pm
El coreógrafo originario de Detroit, Michigan y con raíces de la isla de Guadalupe, celebra el 30 aniversario de su compañía Aksenti.
Erika P. Bucio
Duane Cochran, primogénito de inmigrantes de la caribeña isla de Guadalupe, creció en Detroit del auge de la industria automotriz y la lucha de los derechos civiles.
Se mudó a vivir con su abuela para estudiar piano con su vecino Robert Nolan, conocido por haber sido el pianista del coro para la primera versión de “Porgy and Bess”, de George Gershwin, quien renunció a dar clases en la prestigiosa Julliard de New York para seguir enseñando en aquel barrio marginado de la hoy cosmopolita ciudad de Michigan, en Estados Unidos.
El prometedor Cochran encarnaba las esperanzas de su familia y su maestro de convertirse en un pianista afrodescendiente con carrera internacional.
Cochran es perseverante, algo que sus padres inculcaron a sus siete hijos. Su padre decía que, para poder lidiar con este mundo “gobernado por blancos y el racismo”, tenían que sobresalir, y eso lo hizo trabajar y trabajar.
Desde que tiene memoria, cuando tocaba o aprendía una partitura, a Cochran le surgían en la cabeza imágenes en movimiento y de bailarines, un signo de definiría su destino.
Cuando llegó a la academia de Artes Interlochen, en el noroeste de Michigan, se decidió a tomar clases de danza. “Fue un despertar, si se pude decir, para mí, como pianista, como artista, emplear el movimiento”, dice Cochran en entrevista, ahora de 66 años.
Un despertar que marcó el inicio de sus dos vidas paralelas: la música y la danza.
En junio de 1977, sus padres le regalaron un viaje de dos semanas y eligió venir a Xalapa, Veracruz, para visitar a unos amigos de la Universidad de Michigan que trabajan ahí, pero esa estancia se alargó por dos meses. Pronto se vio con trabajo en la Orquesta de Cámara de la Universidad Veracruzana, y se topó también con el amor.
Juilliard, que en septiembre de 1977 le había ofrecido una beca, le otorgó una prórroga para empezar en enero del siguiente año.
El encuentro con México
En México transcurría el sexenio de los años del esplendor del Festival Internacional Cervantino y del surgimiento de nuevas orquestas. Cochran vio mucha danza y aún más teatro, además de que los sueldos eran buenísimos.
Poseedor de un espíritu aventurero, tomó la decisión de quedarse. Su entrada a la danza profesional llegó de la mano de Bernardo Benítez, al cabo de un año ya era parte de su Ballet de Danza Estudio, y llegó a ser el bailarín principal de la compañía.
Cochran trabajaba de tiempo completo con la OFUNAM y la Filarmónica de la Ciudad de México, aunque tuvo que disminuir su actividad como concertista. “Cuando uno es joven y loco, lo hace todo”. Casi no tenía vida social, volcado como estaba en el trabajo.
La coreografía era la pieza faltante de su rompecabezas, que cumplió con Lazos, una obra con tres duetos alrededor de la pareja, montada con sus amigos y que lo estrenó como coreógrafo, con ella ganó el Premio Nacional de Danza Contemporánea IMBA-UAM.
Empleó el Dúo concertante (para violín y piano) de Igor Stravinsky, uno de sus compositores favoritos junto a Surguéi Prokofiev y Béla Bartok; estudió con uno de los últimos discípulos de este último, György Sándor. “En esa época me basaba mucho en el movimiento; mi trazo y composición coreográficos era sobre la partitura. La música, hasta la fecha es primordial ya no construyo las obras tanto sobre la partitura”.
Cochran es un amante de la música contemporánea, admirador de la obra de mexicanos como Jorge Torres Sanz, Gabriela Ortiz y Georgina Derbez, cuya música grabó este año la pieza de viodanza Tonada de la luna llena.
“Lo que resuena dentro de mí son los compositores del siglo 20 para acá”, dice.
Derivado del premio por Lazos, fundó su propia compañía en 1991, Aksenti Danza Contemporánea, que este año celebra su 30 aniversario. Su aportación ha sido el peso al aspecto musical dado a las obras.
“Somos de las pocas compañías de danza contemporáneas que han logrado hacer obras con música en vivo, con orquesta”, resalta, aunque también ha incorporado teatralidad en su creación. Durante tres décadas ha creado casi 50 obras.
Nisi Dominus obra con la que la compañía celebró su 25 aniversario es una obra de dos actos unido por la sangre, un juego de opuestos entre el bien y el mal, la luz y la empatía. Significo la vuelta a uno de sus temas como coreógrafo: el reflejo para mostrar una sociedad deshumanizada y apática.
“Cuando pienso en la danza, pienso en volar, en esa sensación de libertad”, dice. “La danza ha sido un instrumento vital”.
Aquello que no se puede expresar a través de la palabra, surge a través del piano y de su cuerpo. Las vidas paralelas de un solo hombre “Ya no veo mi vida sin la danza y sin la música tampoco”.
Bajo la batuta de Zubin Mehta, en Bellas Artes
La Filarmónica de Israel requería de un pianista para tocar El mandarín milagroso de Béla Bartok, uno de los tres conciertos den Palacio de Bellas Artes como parte de su gira por América en 2001, y Duane Cochran parecía el indicado para para trabajar bajo las órdenes de Zubin Mehta.
A través del INBA, Mehta le había hecho saber que deseaba conversar con él antes del ensayo. Él llegó a Bellas Artes hecho un manojo de nervio. Al entrar a la sala, vio de espaldas al legendario director, junto al piano, revisando la partitura. Cuando volteó la cabeza, recibió al pianista con una gran sonrisa y empezó a hablarle de las complejidades de la obra.
“Se nota que te la sabes increíblemente bien, bienvenido a la Filarmónica de Israel”, le dijo Mehta tras oírlo tocar.
Al recordar esa escena, de hace 20 años, a Cochran aún se le enchina la piel.
El concierto resultó todo un éxito y el director indio lo hizo subir al podio para ser ovacionado.
En Michigan, antes de radicarse en México, Cochran también tuvo la oportunidad de tocar con Eugene Ormandy, quien fuera director de Orquets de Filadelfia, además de Mstislav Rostropovich, Yehindi Menuhin y Leonard Bertein.
Con información de Reforma
Imagen tomada de Reforma