28 Nov 2018/ UAM Cuajimalpa

Desgenero: El POLI en tu cabeza

Por UAM Cuajimalpa a las 04:11 pm


Programa

 

DESGENERO: EL POLI EN TU CABEZA, es el resultado del trabajo hecho en la UEA “Taller de Humanidades” de la Licenciatura en Humanidades de la Unidad Cuajimalpa. El programa, propuesto por la profesora Paulina Aroch, fue unir la Teoría Crítica (de la Escuela de Frankfurt, y también la más reciente) con el Teatro del Oprimido de Augusto Boal. A partir de estas dos bases de conocimiento comenzamos a trabajar con nuestros cuerpos.


Había objetivos claros a cumplir: no separar la <teoría> de la <práctica>, asir y producir el conocimiento desde nuestro ser, desde nuestro cuerpo; lo segundo: hacer en colectivo. Así fue como comenzamos a trabajar en horizontal, hablando todos, haciendo todos, sin lucha por sobresalir, más bien en lucha por hacer en conjunto. En el camino aprendimos la importancia de cuestionar, derribar voces hegemónicas introyectadas, proponer, mirar a los ojos, movernos, usar nuestra voz.

La resolución está aquí: somos más que esta puesta en escena, somos un grupo de estudiantes que intenta decir algo de la realidad, del género, de las Humanidades. Somos un colectivo en busca de hacer más de lo que nos está permitido, estamos en busca de ser más de lo que nos han hecho ser y más de lo que nos hemos permitido ser.

MANIFIESTO HUMANISTA

Comenzó nuestra existencia  y enseguida nos enseñaron a callar. Nos dijeron quiénes éramos sin siquiera entenderlo.  Comenzó nuestra existencia y a nuestra vacía conciencia ya le pesaba el ser uno. ¿Quién vistió nuestros cuerpos con los trajes de la alienación?  ¿Quién cubrió nuestros rostros con las máscaras del ensimismamiento?

Desfigurados están nuestros cuerpos que han sido atacados por el fuego violento de la realidad. Desde ese crepitar, buscamos nuestras partes: mujeres y hombres, estudiantes todos, que compartimos el sentimiento de habitar una identidad dislocada; un grupo de jóvenes que nos reconocimos en un camino perdido. ¿Cómo describir con palabras las características de la realidad que habitamos y que nos habita? ¿Cómo explicar las emociones que este mundo despierta en nosotros y que nos doblegan?

Aquí viene el grito y la grieta, anunciando el derrumbe de un falso Yo.  

Aquí viene el grito, intentando acallar al que vigila, al que confunde, al que te hace creer que él es tú mismo: una voz en tu cabeza, un manojo de miedos y pobredumbre, una promesa de otra época que no se cumplió.

¿O acaso es el Yo idéntico al Individuo? Dónde se encuentra el dolor de la existencia si no es en las geografías imaginarias que destinamos al sí mismo y a todo:

sólo lugares mentales, tierra fértil para la vergüenza y la rabia; sólo lugares mentales, tierra fértil para el policía en tu cabeza.

Este es el ruin resultado, este es el Individuo: un Yo deificado que vive por y para sí mismo. De ahí el cansancio de la existencia, de ser una isla.

Aquel fue el mito solipsista que aprisionó el ser humano en los cuarteles de la ficción política ¿Quién que no guste de tener la razón conoce el poder? ¿Qué lucha se vive cuando no hay un Individuo que intente dignificarse a través del deseo?

Aquí viene la grieta: de ceder frente al Otro, del no defenderse, de abandonar un número específico de identificaciones e irrumpir en el consenso de lo que se es. El lugar de ese Otro, en el que sólo reconocemos la diferencia, es el de las olas que bañan la orilla de nuestra isla y tú bien sabes que sólo donde llega el agua crece la vida.

La existencia, entonces, se revela ante nosotros como la posibilidad de llevar a cabo un desmembramiento de lo que hasta ahora ha sido, un acto de amor sin contornos, sin contenedores. Demos vida a las necesidades del resto de seres que habitan el planeta, demos sentido a poner nuestros saberes para construir en colectivo. Que esos pies no sólo caminen por ti, que esas manos no sólo lleven el alimento a tu boca.

Tomemos al cuerpo, a la caricia como trinchera para con eso desaprendernos; explorar el umbral, el contorno, la refracción que nos traduce como luz en el espejo habitando un reflejo ya dado. ¿Qué nos impide tocarnos para conocer algo sobre el mundo? Fue la tiranía del lenguaje que legitimado por la razón impuso la gran mentira epistémica: escapar de la realidad consensuada es comprender la ilusión construida por el lenguaje. Por ello no creemos en una palabra que no se encarne: toda idea que no pueda irrumpir en el mundo y rasgar la realidad, es parte de la ilusión que ha separado a las palabras de las cosas.

Volvamos la mirada hacia esa voz que nos somete y nos dicta una forma única de ser y estar en el mundo. Humillémosla poniéndola frente un espejo que refleje el gran cuento civilizatorio, la gran mentira que viste a la mujer y que pide al hombre el sustento. Que ahora las palabras dejen de ser gritos cansados, repetidos, punzantes: que ahora den aliento.

Aquí termina: es posible transformar el fuego violento en una calidez que alimente nuestros sueños; porque quienes escribimos también sentimos miedo, pero nuestro deseo de descanso es más fuerte.

Aquí termina: luchamos contra la idea de habitar un lugar ya establecido, luchamos contra el sentido común, pues en él yacen aquellos valores que sustentan la opresión. ¿Cómo inventar otros sitios de enunciación para cuestionar lo dado y pensar articulaciones diferentes si no es poniendo nuestros cuerpos y mentes para dicha tarea? Separar el pensamiento de la acción es renunciar a nuestra humanidad. Pensemos entonces al teatro como el lugar de la epifanía, como laboratorio para la vida. Que en este espacio colisionen dos ontologías: la que nos habita y la que nos espera.

Es posible abandonar la isla y descubrir quién vive, reconocernos entre humanos, ser y estar desde el asombro, que siempre trae la certeza y la revelación del mundo.

No queremos sobrevivir en un mundo que nos violenta a cada instante, queremos vivir en un mundo que nos permita habitarlo sin dañar a ningún ser que viva en nuestro entorno.

Este es el fin: nos mueve la furia de reconquistar nuestras vida; dar fe de lo tremendo que es perder el miedo y celebrar cuán gloriosa es la existencia.

Todo esto (el mundo) es nuestro: de nuestra cuenta corre.

 


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