05 Jan 2022/ Miscelanea

El Galeón pirata, una embarcación cultural de la resistencia en Quintana Roo

Por UAM Cuajimalpa a las 03:01 pm


Por Jaime Quintana Guerrero y Giovanna Gasparello

Son ocho años desde que el Galeón Pirata, Centro Cultural Independiente en Bacalar, Quintana Roo, comenzó a subir a su embarcación a decenas de insurrectos, navegantes y caminantes de todas las artes. Y con el miedo de todo viajero, alzó las velas y comenzó a navegar.

“Fue un trabajo de ir a las casas, de buscar a quienes son los artistas del pueblo, de conocer y preguntar si querían presentarse en el foro y traer a sus las familias. El desafío fue construir un público local. En el año 2014 no había mucho turismo”, relata Adrián Herrera, impulsor de este centro cultural.

A diferencia de aquellos que gritaban “tierra a la vista” y saqueaban, la intención de la tripulación del Galeón es crear conciencia sobre la importancia de la cultura, del medio ambiente y la defensa del territorio en Bacalar, un pueblo mágico donde los españoles construyeron un fuerte contra los piratas que se escondían en la región.

Adrián Herrera, capitán del Galeón, cuenta que la intención del centro cultural es dar a conocer espacios alternativos que viven contextos donde los megaproyectos, la violencia y el despojo amenazan el territorio.

“Nacimos el 22 de marzo de 2014. Antes ya nos juntábamos: éramos un proceso organizativo cultural. Somos pintores, escultores, realizadores audiovisuales, talleristas y bailarines. Realizábamos nuestro trabajo en la Casa del Escritor, una historia fascinante para la cultura en la península. No hemos dejado de trabajar desde ese entonces, aunque perdimos un año con la pandemia. Pero seguimos en pie”, relata. 

La Casa del Escritor en Bacalar se estableció gracias a una sociedad de escritores en los años setenta, entre los que se encontraban Elena Poniatowska y Alejandro Jodorowsky. Nosotros, dice Adrián, “en el 2013 fuimos residentes, una de las últimas generaciones”. 

Ese mismo año se formó VariArtes, un colectivo de artistas que, durante algunos meses, realizó espectáculos todos los domingos. Poco a poco retomaron temas sensibles para la sociedad en general y más específicos sobre el contexto de la región: la contaminación y la venta de tierras, pues ya en ese tiempo comenzaba la idea de proyectos turísticos y el consecuente despojo. El 2013, sin embargo, fue su último año.

En ese entonces el Galeón era un bar cultural y estaba a punto de cerrar, así que se reunieron algunos artistas e impulsaron actividades culturales en el espacio. “Hablamos con el dueño del terreno y se mostró entusiasta, ya que integrantes de la familia habían sido bailarines del Ballet Nacional de México que impulsaba Guillermina Bravo”. 

“Inauguramos el espacio el 22 de marzo del 2014 y llegaron más de 800 personas. Comenzamos con clases de meditación y yoga, realizamos talleres diversos y concluimos con un concierto de rock y reggae. Entonces nos dimos cuenta de que, más allá de un espacio cultural, había un fervor, un verdadero movimiento artístico:  Bacalar tiene una enorme oferta y dimensión cultural”, recuerda con mucho entusiasmo el pirata de la cultura. 

Adrián explica que sucesivamente el colectivo se dedicó a construir públicos, a ir casa por casa para buscar artistas del pueblo que se animaran a ir al Galeón, a invitar a la gente que jamás había visto una obra de teatro, buscando un público local. “Era difícil, ya que en 2014 Bacalar no era un lugar turístico como ahora”, explica Adrián.

Fue la constancia de la “tripulación” la que les abrió las puertas y poco a poco se volvió un foro de referencia para los artistas ya no sólo de Bacalar, sino además de Carrillo Puerto, Tulum, Mérida, y también para los artistas de “paso”, atraídos por el proyecto y la hermosa laguna. 

El Galeón es un faro de cultura y de resistencia de comunidades y de personas que han construido comunidad en Bacalar. “Después de un tiempo trabajando con la comunidad, nos acercamos con la gente de Carrillo Puerto, con el rap maya que no conocíamos, y descubrimos un importante proceso de resistencia en el territorio maya, que es muy diferente al de otros lados”. 

Quizás, añade el capitán, “uno se acostumbró a Chiapas o Oaxaca, que se cierran las carreteras y elevan barricadas. La cultura maya es más silenciosa, artística y espiritual. Y pensamos entonces en hacer eventos y visibilizar estos procesos”. En 2019, junto con el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, organizaron un evento para escuchar la voz de los pueblos de la región, inconformes con uno de los grandes proyectos del actual gobierno: el Tren Maya. “Ya habíamos realizado cuatro Festivales de Arte Independiente en Bacalar (FAIBAC) con ejes políticos, y el quinto se llamó DebaTren en referencia al Tren Maya”. El tema convocaba a las luchas en la península a realizar reuniones “y eso fue increíble. No sólo era la crítica al Tren Maya, sino también a todos los megaproyectos que se están imponiendo contra la tierra”. 

La organización colectiva derivó en un proceso de unificación llamado Enlace Península. El improviso devenir de la pandemia por Covid-19 obligó a cancelar el previsto DebaTren II° Hablan los Pueblos, pero se mantuvieron actividades virtuales como Abya Yala, Pueblos en Resistencia, un encuentro con movimientos de Colombia y México. 

“Necesitamos impulsar estos foros porque son una caja de resonancia por todo lo que está pasando en el territorio. De repente se encuentran piezas arqueológicas en los trazos del Tren Maya, pero ¿quién se hace cargo de ellas? Necesitamos impulsar espacios presenciales, es urgente, existe un saqueo y despojo”, opina Adrián. 

“Hace doce años yo llegué a Bacalar. Aquí no existe una identidad territorial, pues el asentamiento humano se formó con migrantes y viajeros provenientes de Veracruz, Tabasco, Chiapas, Yucatán y un largo etcétera. Cada quien trae sus historias, sus ceremonias y ritos. Sin embargo, convivimos también con comunidades maya que reivindican su cultura”, explica el capitán de este centro cultural. 

Herrera cuenta que en Bacalar lo que identifica a todos es la naturaleza, y en específico la laguna, única en el mundo. En ausencia de elementos como arraigo territorial, memoria colectiva o manifestaciones culturales compartidas, la laguna y su conservación representaron en años recientes un elemento aglutinante, que genera sentido de referencia y de pertenencia: “nos dio identidad a un sector de personas que venimos de otros lugares y queremos defenderla”, dice el defensor. 

Es notable el hecho de que los primeros pobladores de Bacalar, campesinos ejidatarios, nunca establecieron una relación con el elemento lagunar por su escaso interés productivo; pero tampoco aprovecharon el espacio para fines recreativos. “Personas que viven aquí desde hace mucho tiempo no nadan en la laguna, no existe una conexión con el espacio” dice Adrián.  Esto, sin embargo, se debe también en gran medida a la privatización de la zona costera. Los accesos públicos y gratuitos a la laguna, en la zona urbana de Bacalar, se pueden contar en los dedos de una mano. Políticos y empresarios se han adueñado de las orillas de la laguna de manera completamente ilegal, denuncia Adrián Herrera.

Al respecto, el activista reflexiona sobre la importancia de los procesos de vinculación con otros sujetos organizados en la región meridional de Quintana Roo. En fechas recientes hubo un acercamiento entre las organizaciones de la sociedad civil de Bacalar con pobladores de Felipe Carrillo Puerto, donde existe un proceso histórico de defensa del territorio. Herrera cuenta que en Bacalar se registra un fenómeno igual al que interesó Tulum en los últimos cuatro o cinco años: “Entran grupos de choque armados a tomar predios y parcelas ribereñas, y despojar a sus dueños. Aquí existe un lugar que se llama Corazón Blanco, son 70 hectáreas destinadas por su dueño como Área Natural Protegida Voluntaria. Allí llegaron estos grupos y ocuparon el predio intentando despojar al dueño de esta tierra”.

Estas manifestaciones de violencia armada por el control de la tierra se vinculan con el auge del turismo de masas y la consecuente especulación edilicia, cuya voracidad abarca tierras, territorios y cultura. Históricamente, además, Bacalar fue un referente en la formación y la lucha magisterial, debido a la presencia de una Escuela Normal Rural que proveía de maestros a la región, pero ahora este futuro para los jóvenes no existe, pues ya se preparan para servir a los turistas.

Desde el punto de vista ambiental, tanto la laguna como la zona rural se encuentran bajo una presión sin precedentes. En la zona rural del municipio, que se extiende hacia el interior del estado, se siguen practicando la agricultura y la apicultura, pero los cultivos de los grupos de menonitas contaminan con los agroquímicos la tierra.

Asimismo, en la laguna el uso de las lanchas de motor se volvió una actividad común de la gente del municipio, que genera mucha contaminación y afectaciones incalculables al frágil ecosistema lagunar, pues las autoridades municipales, en contubernio con el gremio de los prestadores de servicios turísticos, ha frenado la introducción de regulaciones territoriales y ambientales más estrictas.

Una de las amenazas es el constante crecimiento de la violencia, que es la parte oscura del “desarrollo” y del turismo. “Nos sentimos amenazados ahora, en Bacalar está sembrado el miedo. Cuando este tipo de experiencia cultural intenta aparecer en Tulum o Cancún se esfuma muy rápido, porque a la gente no le interesa ver una obra de teatro, sino que está más enfocada en los productos que ofrece el turismo”, señala Adrián. En Playa del Carmen, por ejemplo, apenas surgió un centro cultural independiente y “les deseamos mucho éxito; pero en lo general no existen espacios culturales además de los escasos sitios oficiales”, afirma el impulsor del Galeón Pirata.

Por otra parte, el activista también denuncia la ceguera institucional frente a la dimensión de la cultura y las artes: “en las reuniones sostenidas con los enlaces del Tren Maya en este tramo, nos percatamos de que la cultura es vista como folklor, no se toma a la cultura y el arte como procesos de desarrollo humano y comunitario”.

El equipo del Galeón ahora busca impulsar la creatividad artística más allá del espacio urbano, a través de la vinculación con comunidades campesinas e indígenas. “Es evidente la sed de la población en general, y de los jóvenes en particular, de aprender, practicar, rescatar y crear el arte en sus múltiples manifestaciones, tradicionales y novedosas, desde la pintura hasta la música y el baile”, asegura Adrián.

Desde los linderos de México, en las tierras de viandantes y en las aguas de piratas, el Galeón nos recuerda el carácter civilizatorio del arte y la importancia de su vitalidad para la defensa del territorio y del sentido comunitario.

 

Con información de Desinformémonos

https://desinformemonos.org/el-galeon-pirata-una-embarcacion-cultural-de-la-resistencia-en-quintana-roo/

Imagen tomada de Desinformémonos

https://desinformemonos.org/el-galeon-pirata-una-embarcacion-cultural-de-la-resistencia-en-quintana-roo/


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