09 Sep 2019/ Miscelanea

"Un sur del sur: Francisco Toledo"

Por UAM Cuajimalpa a las 03:09 pm


Por: Cuauhtémoc Medina

A pesar de la frecuencia con que la leyenda de mercado y la política quisieron hacerlo representante de alguna clase de autenticidad étnica originaria, Francisco Toledo (1940-2019) nunca dejó de aclarar que su infancia y juventud ocurrieron en una especie de exilio. Francisco Benjamín López Toledo venía de una familia Juchiteca que por las turbulencias del pueblo, y la profesión de comerciante de su padre, había migrado a Minatitlán, en el golfo veracruzano. Toledo había nacido en la Ciudad de México donde su madre estaba sólo de paso. Esa distancia fue, sin embargo, unos de los ejes de la vida y la obra del artista en la forma en que su obra entera apunta a la reinvención de una patria imaginada.

Tras juguetear con la cámara fotográfica y aprender a pintar y grabar con Arturo García Bustos y las escuelas del INBA, Toledo viajó a París en 1960 donde sus imágenes de erotismo desbordado, y una inagotable imaginación mitológica con elementos naturales y relatos míticos, le abrieron las puertas a los círculos del surrealismo en declive de la mano de Octavio Paz, el poeta André Pierre de Mandiargués y, complementando el cuadrángulo, la poeta y pintora Bona Tibertelli. Aunque muy joven, Toledo encajaba a la perfección con el ansia de un momento cultural que incorporaba velozmente artistas no-europeos a un catálogo creciente de mitologías. Toledo regresó a México en las postrimerías de la década de los 60 para migrar a Juchitán, y recrear una tierra que apenas conocía. La diáspora del movimiento estudiantil lo llevó a conocer a una joven activista, la poeta Elisa Ramírez, con quien en 1972 vendría a fundar la Casa de Cultura de Juchitán, en paralelo al ascenso del movimiento de la COCEI en el Istmo. Esa sería la primera de muchas instituciones que el pintor fundó y financió con los recursos provenientes de su arte, en un patrón donde Toledo redirigió el prestigio y poder derivado de su fama artística a crear espacios para el disfrute cultural y la invención de una memoria social en Oaxaca. En cualquier caso, el compromiso de Toledo con la izquierda del Istmo coincidió con el modo en que, especialmente tras su retrospectiva en el Museo de Arte Moderno en 1980, sus cuadros, ensambles y cerámica pasaron a convertirse en un nuevo referente del arte en México, y el anuncio de una estética informada de las culturas amerindias, lo mismo que toda clase de tradiciones no europeas.

Su figuración, además, aparecía como una alternativa tanto a la orientación europea de los artistas de la llamada “Ruptura” y al rechazo de la estetización del arte político de los 70, para imponerse no sólo con su imaginación pansexual, sino con una factura de texturas delirantes que no tiene registro en el arte moderno. Toledo celebraba vaginas y falos, lo mismo que animales mitológicos y muebles parlantes, a la vez que sugería la forma en que el animismo era el componente imprescindible de todo relato. Ciertamente, su obra escapaba de los límites intelectualistas del arte conceptual, tanto como a la confusión neurótica de la expresión del subdesarrollo. Como escribió uno de sus principales críticos, el poeta Luis Cardoza y Aragón: “A Toledo no puede captársele sólo con la razón”. En efecto: apreciar sus imágenes requiere una carcajada y una calentura que se reconoce como proveniente del trópico. En efecto: Toledo es un artista del sur que resumió toda clase de tradiciones y referentes en un arte localizado.

Tras una nueva estancia por demás productiva en Europa, en que Toledo invierte sus ganancias en hacer una de las principales colecciones de gráfica del subcontinente, que eventualmente le permitirá fundar en 1991 el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), la nave nodriza de todo un archipélago de instituciones culturales y bibliotecas que transformaron la ciudad de Oaxaca de un destino turístico mochilero en una auténtica capital cultural. Incluso a costa de disminuir su productividad como pintor, Toledo se dedicó a convertir cada una de esas instituciones en una pequeña utopía, no sólo en términos de sus contenidos, sino en relación a la belleza incomparable de los espacios que les servían de continente. Esa operación fue una auténtica alquimia político-cultural, que rehusó la banalidad de ocupar el sitio predestinado de ser el artista-rey de la nación para inventar el rol de un activista del acceso a la cultura, la defensa del patrimonio y el territorio, y la toma de conciencia sobre el destino de la naturaleza.  La actividad incesante y agobiante de un artista que, con sus propios medios, se convirtió en un ministerio de cultura paralelo, venía a ser interrumpida cada cierto tiempo de nuevas oleadas de invención plástica en la forma de fotografías de performances fálicos, vitrales de colores delirantes y fantasías hechas en papel artesanal, loseta de cemento, fieltro prensado o mica natural  obras todas destinadas a rescatar artes en declive y financiar sus operaciones culturales. Más recientemente, Toledo ha reclamado su lugar en la tarea de de protestar por la violencia mediante extraordinarias urnas funerarias de barro, y papalotes intervenidos con las imágenes de los desaparecidos. Obras donde la expresividad depende siempre de un dominio casi mágico de la materialidad, y donde superficies y luz evocan por igual la iridiscencia de la noche, la profundidad del material y la sombra de los animales en movimiento.

Por más de tres décadas, Francisco Toledo ha sido, además de un artista que convoca unanimidades, el referente de una práctica cultural que inventa el espacio común como forma de expresión ética. Este país, y el Sur global, han perdido a un artista multifacético y de profundidades inagotables. La nación tiene razón en estar de luto: Francisco Toledo, a diferencia de los ideólogos y políticos, ha sido uno de los pocos mexicanos de quien se puede decir que hizo el bien a la sociedad. Su partida empobrece este ya de por sí maltrecho siglo.

 

Con información de Reforma:

https://twitter.com/cuauhmedina/status/1170004694900588544

Imagen tomada de Reforma:

https://www.reforma.com/un-sur-del-sur-francisco-toledo/ar1762972


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