21 May 2019/ Miscelanea

Antimonumentos: Conciencia y resignificación del espacio público

Por UAM Cuajimalpa a las 03:05 pm


  • Una necesidad de la memoria histórica: Alberto Híjar Serrano.

Para Alberto Híjar Serrano, investigador de Artes Plásticas del INBA, “los antimonumentos representan la lucha de clases por el espacio público. Son una respuesta necesaria a la ocupación capitalista”.

Para el profesor universitario, los antimonumentos son una necesidad de la memoria histórica, que nada tienen que ver con la tradición ‘artistosa’ de exaltación de la obra única del genio que la produjo, o de la recepción de quienes entienden lo sublime y todos esos paradigmas y mitos que no son eternos ni originales, sino que son parte de la acumulación originaria del capital, y a partir de ahí han significado una exaltación de los privilegios individualistas de una clase con una cierta cultura y una educación.

En los últimos cuatro años, en la avenida Paseo de la Reforma se puede observar  tres de los cinco antimonumentos que se han instalado en la Ciudad de México, sobre esta arteria principal se encuentran instalados los antimonumentos de: Guardería ABC, frente a las oficinas centrales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), a la altura de Río Rihn se instaló el pasado mes de marzo el de los 65 mineros de Pasta de Conchos y en la calle de Bucareli está ubicado el de los Normalistas de Ayotzinapa.

Los dos antimonumentos restantes, fueron colocados recientemente: el primero en conmemoración al 50 aniversario luctuoso del movimiento estudiantil del 68, dicha escultura se encuentra cerca de la Plaza de la Constitución en esquina con 5 de mayo. Y por último, el antimonumento de feminicidio que se encuentra en avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes.

Durante la colocación de los antimonumentos se reparte una postal con un fotomontaje de cómo se verá terminado y, en el mismo momento de su instalación, circula una petición en la plataforma Change demandando que las autoridades no lo quiten, pues aunque la comisión de monumentos de Ciudad de México decide qué se puede poner y qué no en las calles, aquí se encuentra frente a hechos consumados. Pero el riesgo persiste, así que como la noche de la instalación se considera definitoria para su permanencia, se monta una guardia que vela el antimonumento hasta el día siguiente, encabezada por la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta.

Entre los pocos rostros visibles en las instalaciones, aparte del de los familiares de las víctimas, están los de los integrantes de Marabunta. Miguel Barrera, cabeza de la brigada invitada a participar en la seguridad y mediación durante la colocación de los cinco antimonumentos, cuenta que desde el inicio, aunque preocupados, todos los integrantes del colectivo se entusiasmaron con la iniciativa. Su tarea consiste en organizar un cordón perimetral de seguridad en el espacio elegido para la instalación.

“No sabemos nunca cuál será la respuesta de la policía”, por lo que la tarea principal es cuidar la instalación y evitar la confrontación. “Hacemos un ejercicio de mediación con la policía para que se respete el derecho a la manifestación y a la libertad de expresión permanente”, y aunque cada caso ha sido distinto, no se ha registrado violencia institucional grave.

Los principios de Marabunta, explica Miguel, se apegan a los derechos humanos y, al mismo tiempo, a la urgencia y el reclamo legítimo. Para la instalación, Marabunta diseña su propio protocolo de seguridad y delinean la mediación y la negociación con la fuerza pública. Pero todo lo demás, indica, “también para nosotros es sorpresa”, así es que cuando la Secretaría de Seguridad Pública les pregunta qué esta pasando, ellos responden la verdad: no saben. “Pero les pedimos que aguanten, que todo es pacífico, que envíen a alguien para hacer el diálogo de concertación.”

A las guardias, que pueden ser de uno o más días, se queda el colectivo Marabunta, los familiares y activistas. Se prepara comida y generalmente se toca música. Se llevan cafeteras, sillitas, velas, lámparas, tiendas de campaña, radios de comunicación y buenas cobijas, porque de pronto llegan el silencio y el frío de la madrugada. “Todos nos quedamos porque se trata de un reclamo social y el antimonumento se vuelve un patrimonio de abajo”, dice Miguel.

No ha faltado la visita de un político madrugador que visita la vigilia y pregunta en qué puede ayudar; o la llegada de personas en situación de calle que se acercan para tomar café y aprovechar el calor de la fogata. “Es su espacio nocturno y cuando nos ven ahí por primera vez no saben qué está pasando”, cuenta. Les explican, entienden de qué se trata, se quedan en la guardia y en ese momento se apropian también del antimonumento, lo hacen suyo y lo cuidan.

Con información de La Jornada Semanal

https://semanal.jornada.com.mx/semanal/cultura

Con imagen de ADN Político

https://adnpolitico.com/mexico/2018/11/18/los-antimonumentos-marcan-a-la-ciudad-de-mexico-con-reclamos-de-justicia


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